Las calles de Beirut (parte 1)
Después de varios días de descanso luego de ese viaje
extenuante, retomo la escritura. Ya pasé el jetlag, el cansancio extremo y mi
mente está más asentada.
Hubo algo que encendió mis deseos de escribir otra vez.
Parece que necesito esos estímulos para lograr la conexión mente-mano-papel a
la que le doy tanta importancia.
Eso que encendió mi interior empezó con un ruido quedo que
empezó a incrementarse. Un sonido grave como si estuviera el agua a punto de
hervir, una colmena de abejas que se va a cercando. Y así fue, miré por la
ventana del apartamento del piso 7 y sentí la vibración creciente, el ruido
creciente acompañado de pitos y cantos en árabe. Se acercaba en la calle
paralela a mi calle una manifestación.
Una manifestación tan común como las que ha habido casi todos
los días de las últimas casi cuatro semanas, cuando la gente en Líbano dijo es
suficiente. No más. No más abusos de los políticos. No más corrupción. No más
desigualdad. No más crisis económica. No más secretos bancarios. No más
gobierno débil incapaz de proveer servicios básicos a su población como luz,
agua y sanidad. Y la gota que llenó la copa fue el plan del gobierno de subir
impuestos en gasolina, tabaco y en las llamadas telefónicas como las de
WhatsApp.
Me dice Maha que su generación, la gente joven refuerza la
palabra joven, está cansada y que les recrimina a sus papás no haber hecho algo
antes, cuando eran jóvenes y podían. Dice que ahora es su turno, por eso es
activista presente en las redes sociales convocando marchas, pasando
información relevante, mostrando videos de la gente unida jamás será vencida.
Pero lo que Maha no reconoce y eso me lo explicó Lellain es
que la generación de los padres de Maha (mayores de 40 años) tuvieron que vivir
las barbaries de la guerra de 1975 a 1990, y siguen traumatizados. Porque resulta
que las heridas de la guerra no se regeneran nunca y menos en un país que no
hizo actos de verdad y reparación. Eso no lo ve Maha y parece que tampoco se lo
explican.
Desde la lejanía de mi ventana vi cómo soldados encabezaban
el desfile, seguido por manifestantes con banderas libanesas que cantaban
eslóganes, salían por carros pitando o caminaban juntos. A los lados se veía
uno que otro soldado. Mientras tanto, personas de los edificios aledaños salían
a la calle o a sus ventanas a ver, a participar a su modo, aplaudiendo y
gritando. Al final, como cerrando la caja musical jeeps militares seguían la
manifestación. Y más atrás el tráfico normal. Todo retornaba a la tranquilidad.
Bueno, tranquilidad aparente.
Y esto se ha venido repitiendo a la misma hora por días. A la
una de la tarde llega el sonido, se incrementa, me asomo a la ventana, pasa la
manifestación, cierro la ventana, y me siento a escribir lo que veo...
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