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Uno entra a un apartamento y empieza a labrar una relación con él. Se imagina quién vivió ahí, porqué ya no lo hace.
Uno es intrusivo porque se cuela en todos los
rincones. Abre puertas y cajones buscando que funcionen bien, que estén en buen
estado para no tener sorpresas luego. Lo recorre y se imagina, tal vez, la
decoración perfecta para ese rincón al que le entra la luz de la tarde.
Uno entabla una relación porque quiere que le guste
el apartamento y cerrar un negocio diciendo honestamente que qué lindo es este
lugar; uno quiere llegue un buen comprador o inquilino porque el sitio es bonito
y está bien mantenido.
Hay silencio cuando uno entra y sus pasos se oyen
con eco. Los perros de los vecinos acompañan la escena, ventanas abiertas igual
que cortinas para q entre la luz, las hadas protectoras. Entonces uno nota un bombillo
led desenroscado en mitad del techo de la sala. No hay problema, es fácil de
arreglar se dice a sí mismo.
Se acerca y queda en ángulo cenital y detalla que
hay además una grieta que acompaña la cercanía del foco. Y mira mejor y ve los
brochazos de pintura del techo. Y la rajadura de la tabla de la sala al lado d
la biblioteca.
Eso es conocer un inmueble, sus pros y cons, su
lado brillante y opaco. Esos detalles los mostrará o no deliberadamente cuando
haga recorridos con clientes. Porque este puede ser el hogar de alguien que
vivirá muy feliz aquí, que hará una nueva rayadura en la tabla de la biblioteca
d la sala, que enroscará el bombillo cuidadosamente para no quebrarlo, q usará
el baño incluso cuando esté enfermo, cocinará para matar una pena o invitará a
todos sus cercanos para mostrar con orgullo su sitio, su refugio, su lugar
seguro para desconectarse de esta ciudad hostil.
Entré a este apartamento del barrio San Patricio y
cuando me imaginaba su historia incluía una mamá anciana que murió y se lo dejó
a su hija que ahora lo quiere vender porque los recuerdos son demasiados y
todavía duelen, están vivos en el corazón, la puedo ver secándose las lágrimas
con la manga de su camisa.
Me imaginaba que abriendo el closet de linos del
hall d alcobas, encontraba una cabeza cercenada o tal vez solo un dedo. Ya
había percibido un olor fuerte, pero creía q era mi sensibilidad olfativa x el post
Covid. ¿Qué hacer en ese caso si realmente pasara? Tomar mi cartera y salir
caminando con entereza, despacio pero decidida y despedirse del portero.
Gracias, hasta la próxima.
Y uno se divierte solo mientras espera a que venga
un cliente, el fotógrafo termine de tomar unas fotos espectaculares o, ya, uno
no quiera conocer más el sitio.
Y uno sale. Cierra cortinas y apaga luces. Hace
ritual de despedida. Se asegura de que todo quede como estaba cuando llegó,
incluso mejor. Dice adiós y espera verlo pronto con la energía de un cliente que
quiera tomarlo. Tschüss, hasta pronto, liebe Leute.
Buenísimo, pero una duda, el olor sería de un sifón que hace mucho no le corre agua.
ResponderBorrarBueno espero que pronto llegue una persona que reviva la energía del apartamento
No olía, era la mezcla de imaginación y lo que veía
BorrarCada espacio tiene su historia; mientras uno sea ajeno a ella puede jugar con la imaginación... todo vale
ResponderBorrarLa dinámica del todo vale encaja perfecto en la imaginación y las letras
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