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Mostrando las entradas de octubre, 2019

Lo multi-culti de Frankfurt

Tengo un puesto privilegiado. Silla cómoda, acolchonada de un restaurante bonito no tan lleno lo que me permite escribir sin culpas de demorarme. A mi izquierda, almacenes de Cartier y Rolex, Bvlgari, Salvatore Ferragamo y un duty free con más productos. Los pisos relucientes parecen espejos, ya un empleado del aeropuerto en su momento me hizo correr un poco para que pasara con la máquina de limpiar pisos parecida a un carro con cepillos en la parte inferior. El señor con uniforme de su talla estaba muy bien presentado, era formal, amable y educado. En este momento, una señora pasa un trapero seco por el piso, ella usa Adidas. Si hablamos de generalizaciones, el aeropuerto de Frankfurt es ordenado, bien señalizado, muy limpio, gigante. La amplitud en sus corredores hace que los miles de viajeros que lo visitan al día caminen con tranquilidad. Hay gente de todo el mundo. Literal. Se oyen idiomas que no se reconocen. Se ven vestimentas que no se relacionan con algún país. Se

En el Tokumen

En el aeropuerto de Ciudad de Panamá hay gente. Mucha. Son las 2:43pm y se oyen acentos latinoamericanos. Se ven indígenas y personas negras y muchos mestizos y algunos blancos. ¡Esta es la diversidad de nuestro continente! Sentada en un lugar estratégico que me permite ver la pantalla de salidas de vuelos, caminar hasta el baño y eventualmente la sala de abordaje, tomo Coca Cola. La compré en Nathan´s de un hombre panameño y muy amable que se despidió con un “hasta luego joven”. Estoy sentada y cómoda (dentro de lo que permite la silla gris plástica y no ergonómica) frente a una monja con el pelo cubierto (y pienso en la alharaca que a veces se crea por las mujeres musulmanas que se tapan el pelo, pero poco se dice algo de las monjas católicas), al lado izquierdo está una mujer de pelo blanco inmersa en su Kindle y, al otro lado me acompañan una mujer que habla portugués con una niña de no más de seis años. El anuncio de la aerolínea dice que salen tres vuelos de Copa

Arriba en el cielo

Ya volando. El mundo se reduce a miniaturas: Vacas, árboles, camiones, retroexcavadoras, avenidas, la gente ya desaparece. Todo se ve diminuto y con cada segundo aún más. De pronto, se abre la inmensidad del paisaje abierto, cadena de montañas, serpientes de ríos, niebla saliendo por las estribaciones montañosas, el cielo azul, nubes. Y entonces, como si no hubiera habido un minuto pasado, solo existe el cielo azul arriba y al lado, y un tapete de nubes blancas como algodón abajo. Y volamos. Vuelo alto.

Del motivo del viaje

Ya en el counter correcto, entrego mi maleta de 17 kilos. Le pido a la asistente que me asigne un asiento en la ventanilla y con mi espíritu por lo alto le cuento que siempre viajo con mis hijas y que la ventana no me pertenece. Se ríe. Me río. Hoy recobro mi gusto por la ventana, ver cómo uno se eleva, el sentido de grandeza y liviandad me encantan. Y me encanta dárselos a las niñas cuando nos toca una ventana. Y bueno, seguimos la conversación. “El sistema me indica que la señora Juanita requiere visa para ingresar a Líbano”. Le muestro la tarjeta de residencia. “Muy bien, y qué tal es vivir en Líbano? En realidad, no vivo, pero mi esposo sí. Lo visito porque vamos a celebrar nuestro aniversario. Oooooh, qué lindo, fueron sus palabras adornadas con una sonrisa enorme que acentuaba su colorete escarlata, o viceversa. Me fascina viajar. Viajar sola. Con las niñas. Con mi esposo. Con todos juntos. Viajar me pone de buen genio (a mil, pero de buen genio). Me llena la mente

De despistes

  Llegué al counter de Copa con la convicción de viajar con ellos. Minutos después de una búsqueda infructuosa, me confirman que no estoy en la lista de pasajeros. - “¿Cómo así? Mi destino final es Beirut. Este vuelo estaba dentro de todo el paquete”. - “Intente en Avianca, su tiquete así lo indica”. -Ups, gracias”

Aeropuerto ElDorado (Bogotá)

Cada hora de las 24 que trae el día tiene una dinámica diferente. Casi nunca viajo por la mañana y ayer debía estar a las 9 y pico porque mi avión sale a las 12 y pico. Los que trabajan por la mañana en el aeropuerto están despejados, se ven descansados y la luz solar les sienta bien. Empieza el día y pareciera que el afán de la vida se redujera bastante. Me topé con la conversación de dos vendedores de dos almacenes diferentes, separados por un pasillo. Para no desatender cada uno su negocio, aunque el flujo de gente era mínimo, charlaban animadamente de almacén a almacén. Él le contaba que anoche le había preparado a John una comida especial, que para mí sonaba muy elaborada. Ella le preguntaba detalles y lo animaba en la conversación. Yo pasé en medio de los dos y esto no alteró su conversación emocionada. Y seguí pasando hasta la sala de abordaje. Pd: Si los posts tienen errores de gramática u ortografía, disculpen las molestias. Con 11 horas de vuelo en uno y d

La fuerza de la escala

Así de simple, como cuando uno tiene una escala de nueve horas en un aeropuerto y decide abrir un blog para contar las historias que fluyen en su mente producto de la estimulación del viaje. Y así llegó, primero la idea del blog y luego el recuerdo del blog que había creado 13 años atrás y que cerró hace 11 pero que hoy como un flash de la memoria llegó a esta escala interminable en el aeropuerto de Frankfurt. Así no más, abrí la dirección de juanabanana.blogspot.com y herramientas y me llevó directamente a la plantilla lista para publicar mis posts. ¿Cómo decirle que no al destino si todo me lo facilita? Está la inspiración (plena), buena conexión a internet (inmejorable), mi computador (amigo inseparable) y, bueno, yo y mis pensamientos que ahora comparto aquí (buenísimo). Bienvenidos.