Del motivo del viaje
Ya en el counter correcto, entrego mi maleta de 17 kilos. Le
pido a la asistente que me asigne un asiento en la ventanilla y con mi espíritu
por lo alto le cuento que siempre viajo con mis hijas y que la ventana no me
pertenece. Se ríe. Me río.
Hoy recobro mi gusto por la ventana, ver cómo uno se eleva,
el sentido de grandeza y liviandad me encantan. Y me encanta dárselos a las
niñas cuando nos toca una ventana.
Y bueno, seguimos la conversación. “El sistema me indica que
la señora Juanita requiere visa para ingresar a Líbano”. Le muestro la tarjeta
de residencia. “Muy bien, y qué tal es vivir en Líbano? En realidad, no vivo, pero
mi esposo sí. Lo visito porque vamos a celebrar nuestro aniversario. Oooooh,
qué lindo, fueron sus palabras adornadas con una sonrisa enorme que acentuaba
su colorete escarlata, o viceversa.
Me fascina viajar. Viajar sola. Con las niñas. Con mi
esposo. Con todos juntos. Viajar me pone de buen genio (a mil, pero de buen
genio). Me llena la mente y el corazón. Viajar significa abrir la mente, abrir
los ojos. Es ver, sentir, oler, oír la diversidad. Es reconocer que el mundo es
pequeño y que nosotros somos una ficha del rompecabezas que es el universo.
Me encanta viajar. Me inspira a escribir y a capturar con
palabras toda la variedad que observo.
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